Meditacion sobre el Padre Nuestro
Padre nuestro que estás en los cielos
Cuando oramos, debemos enfocarnos en que nuestra meta es el Padre que está en los cielos. Aquí en la tierra estamos solo de peregrinos.
Dios está en el cielo y desea ser glorificado allí también. No debemos arrastrarlo a nuestra suciedad terrenal.
Santificado sea tu Nombre
Para poder concentrarnos mejor en Dios en el cielo, debemos meditar en Sus santos nombres.
Debemos tener reverencia ante Dios y acercarnos a Él como lo haríamos ante un rey.
Sus nombres son Sus títulos.
Hágase tu voluntad
Si queremos hacer Su voluntad, debemos pedírsela.
Así en la tierra como en el cielo
Si no conocemos o no reconocemos Su voluntad, podemos tomar el cielo como ejemplo.
Danos hoy nuestro pan de cada día
No debemos dejar de lado nuestras necesidades terrenales; podemos pedir por ellas.
Dios provee nuestras necesidades terrenales dándonos cada día lo que necesitamos. Dios nunca llega demasiado temprano ni demasiado tarde. Él promete darnos cada día lo necesario para ese mismo día.
Y perdona nuestras deudas
Debemos confesar nuestras culpas y pedir perdón.
Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores
El perdón de nuestros pecados está ligado a nuestra disposición a perdonar.
Cuando estamos dispuestos a perdonar, el Espíritu Santo puede revelarnos nuestra propia parte de culpa en una situación —o incluso que la otra persona no tiene culpa alguna, sino nosotros mismos.
A veces, hemos convertido a nuestro prójimo en “culpable” por haberlo juzgado.
Y no nos metas en tentación
Dios no tienta a nadie. Debemos aprender a disciplinar y controlar nuestros deseos para no tentarnos a nosotros mismos ni caer en la tentación del diablo.
Pero podemos pedirle a Dios que nos ayude en nuestras luchas internas y en los momentos de tentación.
Mas líbranos del mal
Esta es nuestra esperanza: que el diablo y la muerte serán juzgados, y que nosotros entraremos en el descanso de Dios.
Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria
El Reino, el poder y la gloria pertenecen a Dios, no a nosotros mismos.
Debemos preguntarnos siempre: ¿para gloria de quién hacemos las cosas?
¿Queremos que las personas alaben a Dios, o queremos que nos alaben a nosotros por lo que hemos hecho?